viernes, 9 de mayo de 2014

Disidentes

05/05/2014 - www.elperiodicoextremadura.com / Profesor Fernando Valdés

En la historia de Abd al-Rahman b. Marwan y de su rebelión contra el monarca omeya de Qurtuba/Córdoba hay rasgos que no pueden entenderse desde una óptica ideológica. Vamos, que hemos de dejar de lado la tradicional visión de musulmanes contra cristianos -o viceversa-, muy desfasada, por propia de una mentalidad hipernacionalista y ultraconservadora. El asunto habría que entenderlo en su contexto histórico y desde una perspectiva totalmente islámica, que era la vigente. Los grandes propietarios indígenas -los ricos- fueron quienes abrieron las puertas a los árabes. 

No estaban contentos con la política centralista de los godos. Se convirtieron muy rápido al Islam. En cuanto vieron que así se les respetaba la autonomía y, sobre todo, pagaban menos impuestos. Por aquel tiempo el pueblo no existía como fuerza política. Era una masa ciega y subyugada por la religión y por la oligarquía. Callaba y se sometía.

Sólo cuando los emires de Qurtuba comenzaron a centralizar la administración del territorio sometido, a crear un ejército profesional y mercenario y, cosa importante, a cobrar más impuestos de los legales, los ricos, ya musulmanes fervientes, comenzaron a sublevarse contra la dinastía. No porque rechazaran la autoridad religiosa ni la legitimidad política de los emires, sino porque les estaban quitando privilegios y haciendo que se rascaran el bolsillo por encima de lo pactado. Eso ya era pasarse. Y ahí comenzó el cambio que acabó con la fundación de Batalyús. No era un problema religioso. Nunca Ibn Marwan puso en duda, a diferencia de su colega rebelde Omar b. Hafsun, el derecho a reinar del príncipe omeya. No debe sorprender que al final hubiese acuerdo, aunque por poco tiempo. 

Qurtuba sabía hacia dónde iba y también los caciques locales. Se fundó la ciudad, que estaba donde hoy Badajoz, y se mantuvo un espejismo de autonomía. Hasta que Abd al-Rahman III acabó con ella y deportó a los marwaníes. Eso sí, no mandó desenterrar los restos de Ibn Marwan para colgarlos en el Arrecife de su capital, junto al Río Grande, como hizo con los de Ibn Hafsun. Aquél sólo quería manos libres y pagar menos, no romper la baraja de la adhesión, como éste. Ya ven, Batalyús fue el producto de un problema de competencias. Entre la administración central y los ricos regionales. ¿Les suena?

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