lunes, 9 de septiembre de 2013

Un curso rescata un aljibe medieval y un poblado islámico en Capilla

Badajoz,29-08-2013,EFE
 
 
 
Un curso de arqueología desarrollado este verano por el Ayuntamiento de Capilla en el castillo de esta localidad pacense ha permitido sacar a la luz una tercera nave de un gran aljibe medieval y ampliar la excavación de la antigua población islámica de Kabbal, según ha informado a Efe el alcalde Raimundo Pimentel.
 

La segunda edición de este Curso de Especialización en Arqueología para Estudiantes Universitarios ha sido impartido por la empresa Baraka Arqueólogos y ha contado con la participación de una docena estudiantes de diferentes universidades.
 

Las excavaciones arqueológicas han continuado los trabajos iniciados el pasado verano. Se ha ampliado la excavación del patio del castillo en el que el verano pasado se localizó un aljibe y una habitación rectangular creada en el mismo momento en el que fue construida la línea de muralla con tres fuertes torreones con que cuenta la fortaleza.
 

La excavación del primer recinto del castillo de Capilla ha sacado a la luz una tercera nave de este aljibe. Esta infraestructura medieval se encuentra "perfectamente conservada" y presenta una puerta de acceso por el extremo norte.
 
El Alcalde de Capilla, una pequeña población de unos 180 habitantes situada en el al este de la provincia de Badajoz, cerca del límite con la provincia de Ciudad Real, ha destacado que esta construcción tiene la "peculiaridad" de que cada nave tiene diferencias constructivas, convirtiéndose en un elemento de "gran belleza y atractivo turístico" cuando se logre excavar en su totalidad.

Además, sobre la estructura del aljibe han aparecido los restos de un patio medieval con "magnificas" losas de caliza y parte de las caballerizas de este recinto defensivo.
 
Por otra parte, en la excavación situada fuera del castillo se ha avanzado en el descubrimiento de la antigua población islámica de Kabbal, "sacando a la luz nuevas habitaciones con abundante ajuar del siglo trece".
 
Pimentel ha asegurado que el objetivo del Ayuntamiento de Capilla es rescatar la historia y el patrimonio arqueológico de la zona del castillo y del asentamiento que existió en época almohade y que fue abandonado en 1.226 después de catorce semanas de asedio por parte de las tropas de Fernando III "El Santo".
 
De esta forma, ha añadido el edil, la riqueza arqueológica, junto al paraje natural del embalse de la Serena, deben convertir a Capilla en un municipio con "gran atractivo" turístico.

sábado, 7 de septiembre de 2013

El Reino de Badajoz - Tā'ifa al-Batalyaws

Badajoz , 7/9/2013 - Elaborado por  Juntaeru
 
La ciudad de Badajoz fue fundada por Ibn Marwan en 875 con el nombre de Batalyaws. La ciudad formó parte del Califato de Córdoba hasta que en 1013 Sabur (de nombre completo ‘Abu Muhammad Abdallah ben Muhammad el-Sapur al-Saqlabi’) tomó el poder en gran parte de la antigua Lusitania, desde Mérida a Lisboa, y se proclamó rey creando el Reino de Badajoz.
 
Podemos ver en el mapa la extensión que alcanzó el Reino de Badajoz en el Siglo XI, cuando englobaba casi la totalidad de la actual Extremadura.
 
Al morir Sabur en el año 1022, y a pesar de tener dos hijos, le sucedió en el poder su visir, Maslama ibn al-Aftas, iniciando así la dinastía de los Aftasíes, de origen bereber, que reinará durante setenta y dos años.
El sucesor de Maslama, Muzaffar, inicia la etapa de esplendor del Reino convirtiendo Badajoz en un importante centro cultural y literario. Él mismo compuso una enciclopedia en 50 volúmenes denominada Kitab al-Muzaffari. En 1072, Omar se convierte en rey de Badajoz y adopta el título de al-Mutawakkil, manteniendo el intenso movimiento cultural que había comenzado con el reinado de su padre Muzaffar y que reunió en la ciudad a la élite literaria andalusí.

Pero en 1079 Alfonso VI conquista Coria y el reino aftásida pierde así una de sus principales plazas. Un año después la presión cristiana se vuelve insostenible tanto para el reino de Toledo como para el de Badajoz. Al-Mutawakkil toma el Reino de Toledo para intentar hacer frente de forma organizada a Alfonso VI. Sin embargo, se ve obligado a retirarse a Badajoz y en 1085 cae Toledo.

En 1086, Al-Mutawakkil, en una carta al emir almorávide, expresa la desesperación de los demás reyes taifas y le urge para que venga a combatir a los cristianos. Los almorávides llegaron a Al-Andalus en Junio y se enfrentaron a las tropas cristianas en Zalaca el 23 de Octubre, muy cerca de Badajoz.

Los almorávides derrotan a los cristianos esta vez pero observan también la debilidad de los reinos de taifas. En 1090 vuelven a cruzar el estrecho y, uno a uno, van ocupando todos los reinos peninsulares. Llega así el año 1093: Al-Mutawakkil intenta salvar su reino pero Alfonso VI toma Lisboa y en 1094 los almorávides ocupan Badajoz.

Al-Mutawakkil y su familia fueron apresados y más tarde ejecutados bajo la acusación de haber colaborado con los cristianos. Sin embargo, uno de sus hijos, Naym, consiguió escapar y refugiarse en el castillo de Montánchez donde se hizo fuerte y se proclamó último Rey de Badajoz con el nombre de Al-Mansur. Tras dos años de resistencia, en 1096 se rindió definitivamente a los almorávides y huyó al norte para entregarse a Alfonso VI.

En 1144 los almorávides son atacados en su propia tierra, Marruecos, y tienen que replegarse. Esto permite que durante unos años el antiguo Reino recupere una cierta independencia siendo Aben Hacham y Sidrey los gobernantes. Pero esta vez serán los almohades los que frustren el intento ocupando nuevamente el Reino en 1151.
Este dominio almohade se ve interrumpido entre los años 1165 y 1169 cuando aparece Geraldo sem Pavor, un noble portugués, conquistando para Portugal el Alentejo y las plazas de Cáceres, Trujillo, Montánchez y Monfragüe.
 
Resulta significativo que ya a estas alturas León y Portugal se habían repartido el Reino de Badajoz. Así, como Geraldo no ha respetado el pacto y ha invadido la parte que supuestamente corresponde a León, el Rey de León aprovecha el intento portugués de conquista de Badajoz para capturar tanto a Alfonso I como a Geraldo. Portugal se ve de esta forma obligado a renunciar a todo lo conquistado y el antiguo Reino de Badajoz vuelve a manos almohades.
El año 1227 marca el inicio de la desaparición del Reino de Badajoz. Progresivamente irán cayendo las ciudades batalyawsíes en manos de León, Castilla y Portugal hasta convertir el Reino de Badajoz en tan sólo un recuerdo.
 
Fuimos reino, pero siempre nos han vendido que como era un reino musulmán no debíamos considerarlo parte de nuestro pasado. Como si sólo formaran parte de nuestra historia los Reinos de León, Castilla o Portugal.
Esto ha hecho que los extremeños nos consideremos siempre como descendientes de repobladores, como gente sin pasado ni historia. Durante siglos han tratado de vendernos que aquí no había nadie, que esta era una tierra yerma y desolada, y que fueron castellanos, leoneses y portugueses los que la poblaron y repoblaron pero no es cierto: ellos sólo fueron las élites gobernantes, que nos trajeron sus idiomas y que un día hace ya casi novecientos años comenzaron a dividirla en dos.
A lo largo de la historia muchos son los que han pasado por nuestra tierra pero sólo deberíamos llamar antepasados a quienes la amaron y respetaron, a los que la sentían como su patria y no como una provincia y ,sobre todo, a los que la hicieron libre y defendieron su libertad.
Por tanto los batalyawsíes son nuestros antepasados y, por el mismo motivo, no podemos considerar como tales a quienes sólo vinieron a dominarnos y expoliarnos: es decir, castellanos, leoneses, portugueses y, por último, españoles.
 
Podríamos incluso considerar que, del mismo modo que Fenicia era sólo el nombre que los griegos daban a Canaán o Al-Andalus el nombre que los árabes dieron a la tierra de la que venían los vándalos, Extremadura es solamente el nombre que nos dieron nuestros vecinos y futuros invasores del norte y que ahora nos dan los españoles. Nuestro nombre bien podría haber seguido siendo Batalyaws.
 
Nosotros, los extremeños de ahora, 1000 años después, recordamos a los batalyawsíes. Porque su espíritu sigue vivo en nuestra tierra, su arquitectura sigue presente en nuestros pueblos y su cultura sigue presente en nuestras tradiciones. Porque no consiguieron borrar la huella batalyawsí es ahora nuestra tarea recuperarla y dignificarla.

Batalyaws ila al abad!
بطليوس إلى الأبد

La batalla (I)

Badajoz,02/09/2013
 
 Profesor Fernando Valdés


 
 
 
En una ciudad que celebra tantos aniversarios con tan poco fruto científico como aprovechamiento de las oportunidades de ganancia es sorprendente que pasase desapercibido –en 1986- el aniversario de la batalla de Zallaqa –o Sagrajas-, que no sólo tuvo una gran importancia militar, sino que colocó a Batalyús, por una vez, en el centro de la política peninsular. Es verdad, que la ganó una coalición de monarcas musulmanes y la perdió el rey de León, pero si celebramos el milenario del reino taifa, fuerza es congratularnos de sus victorias. ¿O, no? A ver si vamos a capitalizar en nuestro beneficio –creo que cultural- sólo los éxitos frente al resto de los musulmanes.
Se nos vería la patita por debajo de la piel de corderito. Volveríamos a demostrar que nos mueve el localismo y el nacionalismo más rancios y, muy poco, un espíritu abierto y tolerante.

Pues bien, resulta que, el 23 de octubre de 1086, una coalición de príncipes andalusíes, dirigida por el sultán de Marraqués, Yusuf ibn Tashufin, se presentó en Batalyús.
 
No formaban parte de ella –al menos en presencia- todos los reyezuelos taifas. Alguno se excusó. Tenía, como de costumbre, una agenda muy cargada. Y eso que el monarca almorávide había acudido a ayudarlos contra la presión, cada vez más insoportable y ventajista, de los príncipes neogóticos del norte de la Península. Unos –ricos, débiles y divididos- pagaban la protección de los otros y éstos empleaban el dinero en financiar la edificación de iglesias románicas y, en el caso de León, no sólo por devoción, sino para contrapesar la influencia de Roma, quien pretendía someter al reino no sólo  a su autoridad religiosa, sino  a sus dictados políticos. Eso era demasiado hasta para el rey de los leoneses.
 
El dinero de los árabes se empleaba sobre todo como contrapeso político. También para comprar mercancías de lujo en los mercados andalusíes del sur, y, en los principados meridionales, para contratar mercenarios cristianos que los ayudasen a mantener su autoridad –ilegítima- sobre sus súbditos y a defenderse de sus vecinos, los otros reyes de las taifas. Las llamadas parias o tributos eran el combustible que hacía funcionar un motor económico, religioso y político.