lunes, 8 de abril de 2013

Abd al-Rahman Ibn Marwan


Badajoz , 08/04/2013 - www.lusipedia.blogspot.com



FUENTE: Manuel Terrón Albarrán. Extremadura Musulmana

Ibn Marwan es una de esas figuras señeras e irrepetibles de los fastos de la Extremadura musulmana que, junto a las de Mahmüd, al-Muzaffar, al-Mutawakkil o Geraldo Sem Pavor, componen ese intrépido y monumental retablo histórico de nuestros hazañosos siglos medievales.

Abd al-Rahman b. Muhammad b. Marwan, fundador de Badajoz y artífice de su capitalidad, sin cuyo antecedente no se hubiera producido como eje del reino aftasí —génesis de una concepción geohistórica cuyas contingencias políticas sobrevivirían permanentes— aparece, con su silueta errante y legendaria, como uno de esos hombres dramáticos que el destino coloca en el mágico e ininteligible juego de la historia: tal es la importancia que damos a nuestro personaje. Y lo hacemos convencidos de que, al escribir historia, estamos valorando no sólo unos acontecimientos —necesarios siempre a la primera persona del discurso— sino a sus resultados, no tan solo inmediatos sino futuros, porque esos son los que, en un encaro planetario de la historia, permiten que esta sea entendida en su más asombroso mensaje.

Dozy, que llamó a Ibn Marwan renegat audacieux, le dedicó algunas sabrosas páginas de su Histoire des musulmans d'Espagne; Codera hizo un detallado y completo resumen de sus hechos y su familia en su opúsculo Los Benimeruan en Mérida y Badajoz; Lévi-Provençal ajustó sus hazañas en su Historia de la España Musulmana utilizando pasajes inéditos de Ibn Hayyan; Sánchez Albornoz le dedicó dos densos y apretados capítulos de su obra El Reino de Asturias; Isidro de las Cagigas ofreció tensos pasajes de sus Mozárabes; el profesor cairota Makki, en su edición del Muqtabis II de Ibn Hayyan, aclaró en sus notas textuales algunos aspectos históricos y biográficos, y anunció un específico ensayo sobre la revolución del muladí en Orientalia Hispánica. Los cronistas musulmanes Ibn al-Qütiyya, Ibncldari, Ibn al-Atlr, Ibn Jaldün, Ibn Hayyan, nos han dejado completos y suficientes relatos sobre las vicisitudes de los Banü Marwán los que, con el aprovechamiento de los textos de Ibn Hayyan no traducidos aún, nos permiten ajustar no poco los movimientos y escenarios por donde el intrépido cabecilla anduvo. No contamos, empero, por estar desaparecida, con la crónica dedicada a nuestro personaje por al-iRazi, contemporáneo de los Banü Marwan, de la que da cumplida noticia la Risála fl fací al-Andhlus de Ibn Hazm. Algunas noticias escuetas de los acontecimientos nos dieron los cronistas cristianos: el Albeldense, el Chronicon Lusitano, el de Sampiro y Ximénez de Rada.

Los cronistas y autores llaman a Ibn Marwan, al-Yilliql, es decir el gallego. Al-Dabbi señala que Ibn Marwan era hijo de Marwan al-Yilllql nombre que tomó de su país, lo cual no quiere decir que Ibn Marwan fuera oriundo de lo que hoy conocemos por Galicia, pues si los geógrafos musulmanes nunca llegaron a distinguir netamente Galicia, los historiadores árabes incluyen bajo la denominación de Yilllqíyya tanto a Galicia como Asturias y el reino de León. Por tanto, lo que viene a significar todo esto es que el más próximo ancestro, en todo caso, de nuestro personaje procedía de los reinos cristianos. Se ha entendido por algunos historiadores que el hecho de que apareciera en Marida un primer Yilllql, impide que tal apodo recayera en nuestro Ibn Marwan por su alianza con el asturiano Alfonso III. Ya Dozy, y más tarde Simonet hicieron esta acotación, mientras Codera había hecho la otra; el historiador badajocense Martínez y Martínez se guió de Dozy, y tuvo a mano una nota posterior de Codera, proporcionada por Saavedra que le hizo rectificar. Pero en este punto, a pesar de todo y de lo contradictorio que pueda resultar su texto, Ibn Jaldun lo expresó con una claridad tajante en un texto que viene a decir, tras la sublevación de Ibn Marwan en el 868, que al efectuarse —por el emir Muhammad— una expedición militar contra los gallegos, uniéronseles los muladíes (a Ibn Marwan) con quienes se dirigió a la frontera y pactó con Alfonso III, rey de dichos gallegos, causa por la cual a Ibn Marwan se le aplicó el apodo de el Gallego. El otro sobrenombre, al-Maridí, evidencia que era de Mérida. Desde tiempos atrás debió establecerse en esta ciudad su familia, oriunda, sin duda, de los pagos cristianos del Norte de Portugal, o de cualquier otro espacio de los reinos de León o Asturias.


Ibn Marwan al Yilllql era un muwallad, un muladí, es decir un renegado de su religión que, mediado el siglo IX, vivía en Mérida y al que, bien pronto, debió brotarle ese sentimiento de rebeldía e independencia que centelleaba en el alma tensa y abrupta de los extremeños. Volvería con él, nunca fue olvidado, ese dramático nacionalismo de raza y paisaje que alentaba en el miajón de los terruños del Guadiana, y que reverdecía en inversa proporción a las represiones omeyas; Cagigas compara el sentido patriótico de la sublevación de Marwan, de cuño nacionalista, con aquel que presidió la postura de Suintila o los mozárabes toledanos. Encontraba Ibn Marwan una vez más en Mérida esa población abigarrada de beréberes levantiscos, muladíes aventureros, judíos cosmopolitas y mozárabes cuyo hispanismo se mantenía llameante. Supo el intrépido caudillo aprovechar los arraigados nudos religiosos de cada facción y mixturarlos en una urgente y maniobrera combinación política. Codera al que siguieron Cotarelo y Martínez y Martínez, uncido este más literalmente a Simonet, señaló unos posibles yerros de Dozy continuados por Simonet que rectificó enseguida, al interpretar pasajes de Ibncldarl e Ibn Hayyan según los cuales nuestro personaje predicó entre sus adeptos, para conseguir sus fines, una nueva religión, término medio entre islamismo y cristianismo.

No podemos, a la luz de nuestras fuentes cronísticas, precisar con justeza la frontera religiosa flanqueada por Ibn Marwan entre secuaces de tan dispares convicciones. Pero no dudamos en que el muladí emeritense hubo de apoyarse en compleja base político-religiosa que permitiera una cohesión suficiente para asegurar sus difíciles éxitos. Tal fuerza de cohesión es señalada por los propios cronistas: los graves acontecimientos dentro del Islam que dice Ibn al-Qütiyya no parecen indicar otra cosa. Isidro de las Cagigas más recientemente resucitó el tema, afirmando esta iniciativa y actividad religiosa a la vista de la configuración ideológica de aquel tiempo, lleno de indecisiones y errores heréticos, confundidos y mezclados entre musulmanes y cristianos; ensayos y reformas hoy disparatados, no se tenían entonces por tales. Prueba concluyente del coherente movimiento de Ibn Marwan fue la larga duración de su principado a pesar de las violentas represiones omeyas.

Es indudable que uno de los grandes apoyos del bravo muladí, el que era un neomusulmán, un muwallad, fueron precisamente los cristianos. Veremos más adelante como cristaliza este apoyo. No sólo se sirvió de ellos en sus filas sino que además se alió con Alfonso III y llegó a combatir a su lado. Esa es la razón por la que Ibn Hayyan escribía que se alejó de las filas musulmanas para entrar en las de los cristianos. Prefirió su amistad y su alianza a la de los fieles que se dirigen en sus oraciones hacia la qiblah..., para añadir seguidamente este texto expresamente significativo: su política estaba orientada en sentido netamente español, es decir, daba preferencia a los muladíes y los prefería a los árabes. Quedan así ratificadas las palabras de Ibn al-Qütiyya de que llegó a ser el jefe de los renegados en el Occidente. Pero Ibn Marwan se acomodó, no obstante, a los cambios oportunos. Cuando obtuvo licencia para reedificar Badajoz se pasó otra vez a las filas islámicas y luego volvió a la rebeldía.

Los cronistas musulmanes nos ofrecen un duro y expresivo retrato de nuestro personaje, pasado, naturalmente, por filtros no poco parciales. Pero sus textos descubren la energía, el talante guerrillero, la astucia y sagacidad de un hombre que había de batirse errante y a diario, ora atrincherado en los baluartes roqueros de la Baja Extremadura, ora en correrías desatadas por los ásperos caminos andaluces, con un enemigo poderoso e implacable. Ibn al-Qütiyya dice que era agudo, artero y perspicaz para la guerra en tal extremo que no había quien le aventajase; Ibn Hayyan le calificó de una malignidad tan insuperable que cualquiera podía gemir ante su mirada, y en otro pasaje que tenía fama de caudillo temible, sus noticias eran muy celebradas y sus ataques dejaron un saldo desfavorable en su conjunto. Sus actos crueles le valieron gran reputación y respeto entre los emires sus rivales, que terminaron por colocarle por encima de ellos.