lunes, 24 de junio de 2013

Almorávides المرابطون

24/06/2013 - Profesor Fernando Valdés
Mapa muestra las zonas controladas por los Almorávides

De todas las épocas de Batalyaus la menos conocida es el período de los Almorávides, a comienzos del siglo XII, que entraron mal y salieron peor de esta región y, a la postre, de al-Andalus. Originalmente los miembros de ese movimiento procedían, más o menos, del norte del llamado Sahara Occidental y reciben su nombre porque se formaron en un “ribat”, un lugar –sin especial forma arquitectónica- al que se iba a hacer vida de oración y a luchar por la defensa del Islam. De movimiento religioso estricto pasaron a movimiento político y a crear una dinastía y un enorme imperio en África. 

Antes de pasar a al-Andalus como conquistadores, habían llegado como aliados de los ricos y débiles reinos de Taifas. 
Los ayudaron a vencer en Zallaqa/Sagrajas, pero se dieron cuenta de que aquellas dinastías ibéricas no eran capaces de unirse ante los enemigos neogóticos cristianos y, llegado el caso y por intereses particulares, hasta a aliarse con ellos. Finalmente vinieron en son de guerra y, poco a poco, fueron conquistando todo el territorio islámico de este lado del Estrecho.

La población los recibió muy bien. También los batalyusíes, que les abrieron las puertas de la ciudad. La clave era, como siempre, el dinero. 

Los soberanos de taifas necesitaban subir los impuestos para poder pagar los pesados tributos que les imponían los príncipes cristianos, a cambio de protección –en perfecta actitud mafiosa- y eso no gustaba en las ciudades andalusíes, que, además, no apreciaban a los disolutos personajes que ocupaban el poder en cada reino. 

A los Aftasíes les costó la cabeza –literalmente-, otros corrieron mejor suerte y acabaron sólo en el destierro, aunque no en la miseria. La posteridad ha llorado mucho por ellos, pero, en realidad, se lo merecían. Otra cosa es que los Almorávides se pasaron de frenada y acabaron, si no haciendo lo mismo que los taifas, si algo parecido. Siguieron siendo intransigentes, se hicieron arrogantes y no tardaron en subir los impuestos. 

Aunque más tiempo que nuestro actual gobierno. Les costó salir a uña de caballo; a los norteafricanos, a nuestros gobernantes tendrá que ser a uña de voto. 
En Badajoz queda un resto de aquella salida. Bueno, quedaba, porque está en Madrid sin utilidad conocida.

sábado, 22 de junio de 2013

Aftasíes

Badajoz , 20/06/2013  - Profesor Fernando Valdés 


Vuelve a invocarse el espíritu de los Aftasíes para conmemorar que Batalyaws, una ciudad desaparecida, fue importante durante casi un siglo. Habría que decir, mejor: tuvo ínfulas de importancia durante casi todo el siglo XI. Porque una cosa es que sus soberanos fuesen cultos –o eso se decía- y otra que la ciudad, sus habitantes, lo fueran. Algo que intentaron comprarse aquellos impostores, usurpadores de una autoridad legalmente solo reservada a los miembros de la tribu del Profeta, fue una genealogía. Quisieron convencer a sus contemporáneos a base de contratar a todo literato venal –o sea, casi todos- de su mucho más que dudoso origen árabe. 

Pero no lo consiguieron. Ellos eran beréberes, aunque, bien es cierto, llegados en los primeros momentos de la conquista de 711. 

Sólo los soberanos de la dinastía de Toledo podían compartir ese mismo honor, que unos y otros intentaban disimular. 

No por una cuestión de vanidad, que también, sino porque en el derecho político islámico ellos no tenían derecho a gobernar. En todos los conflictos, muy frecuentes, entre reinos, los batalyusíes siempre se alinearon en coaliciones antiberéberes, haciendo gala de grandes dosis de hipocresía. Se afeaba a los Ziríes, de Granada, o a los Birzalíes, de Carmona, su origen norteafricano, muy conocido porque pertenecían a grupos que habían pasado hacía muy pocos años a suelo ibérico, para servir como mercenarios en los ejércitos del desaparecido califato cordobés. 

En definitiva, con más o menos tiempo de radicación en al-Andalus, los Aftasíes eran beréberes, les pesase o no. 

Muy adaptados, eso sí, a las condiciones locales; pero, aun siendo musulmanes, sus coetáneos árabes los miraban por encima del hombro.

Muchas de las empresas de los monarcas Batalyusíes, si no la mayor parte, querían justificar su posición política y granjearse un estado de opinión favorable, en el intento de perpetuarse en el tiempo y de consolidar su poder. Nada nuevo, vamos. La jugada les salió mal. Con Badajoz no tuvieron nada que ver; nada. Esta ciudad nuestra se alzó sobre los despojos de la suya. Y, por cierto, está destrozándolos con admirable dedicación. Batalyaws y Badajoz no son lo mismo, sólo comparten solar y ruinas. Cada vez menos ruinas.