Badajoz , 25/04/2011 , El Periódcio Extremadura - profesor Fernando Valdés
Badajoz formó parte de dos estados norteafricanos, entre finales del siglo XI y algo menos de la mitad del XIII. Dejó de ser, por entonces, capital de un reino independiente, con un corto período intermedio --a mediados del XII--. De todo ese lapso de tiempo se habla poco, aunque, desde una óptica política y arquitectónica, fuera de gran importancia para esta ciudad.
Los almorávides entraron con mal pie en Batalyús. Habían acordado ayudar al último monarca aftasí pero, cosas de la intrincada política del siglo XI, se enteraron de que, después de la victoria de Zalaca, el rey Umar al-Mutawakkil estaba pactando, bajo cuerda, con Alfonso VI de León . Era más de lo que podían aceptar. Ellos formaban un grupo intransigente, aunque no integrista, y para apoderarse de la capital del Guadiana infiltraron a un agitador --un tal Ibn Rashiq -- en la intención de que convenciera a los batalyusíes de los beneficios que obtendrían dejándolos entrar en la plaza. Renegaban de cobrar más impuestos que los establecidos por las leyes islámicas y los reyes aftasíes se habían pasado varios pueblos, como sus colegas de otras zonas de al-Andalus, en materia fiscal. Total, la opción no dejaba mucho margen a la duda.
La población abrió las puertas a los velados --se llamaban así porque se cubrían la cara-- y el rey quedó encerrado en la alcazaba. Pronto los invasores se hicieron con la fortaleza. Una columna de tropas salía de la ciudad pocas horas después, escoltando al desgraciado Umar y a dos de sus hijos. En el camino de Sevilla se le comunicó que iba a ser ejecutado. Estaba acusado de traición al Islam, por sus negociaciones con los cristianos leoneses. El aceptó su destino, pero pidió sufrir la pena capital después de sus vástagos, para que el sufrimiento de verlos morir le sirviera de mérito ante Dios. Y ahí se acabaron los aftasíes y comenzó el dominio de los magrebíes. Corría el año 1094. Pero las gentes de Batalyús nunca parecen haber aceptado gustosos el dominio de aquellos africanos. Unos cincuenta años después se los quitaron de encima con tanta violencia como ellos mismos habían empleado aquí. Todo para ponerse en manos de otra dinastía, también magrebí: los almohades.
Badajoz formó parte de dos estados norteafricanos, entre finales del siglo XI y algo menos de la mitad del XIII. Dejó de ser, por entonces, capital de un reino independiente, con un corto período intermedio --a mediados del XII--. De todo ese lapso de tiempo se habla poco, aunque, desde una óptica política y arquitectónica, fuera de gran importancia para esta ciudad.
Los almorávides entraron con mal pie en Batalyús. Habían acordado ayudar al último monarca aftasí pero, cosas de la intrincada política del siglo XI, se enteraron de que, después de la victoria de Zalaca, el rey Umar al-Mutawakkil estaba pactando, bajo cuerda, con Alfonso VI de León . Era más de lo que podían aceptar. Ellos formaban un grupo intransigente, aunque no integrista, y para apoderarse de la capital del Guadiana infiltraron a un agitador --un tal Ibn Rashiq -- en la intención de que convenciera a los batalyusíes de los beneficios que obtendrían dejándolos entrar en la plaza. Renegaban de cobrar más impuestos que los establecidos por las leyes islámicas y los reyes aftasíes se habían pasado varios pueblos, como sus colegas de otras zonas de al-Andalus, en materia fiscal. Total, la opción no dejaba mucho margen a la duda.
La población abrió las puertas a los velados --se llamaban así porque se cubrían la cara-- y el rey quedó encerrado en la alcazaba. Pronto los invasores se hicieron con la fortaleza. Una columna de tropas salía de la ciudad pocas horas después, escoltando al desgraciado Umar y a dos de sus hijos. En el camino de Sevilla se le comunicó que iba a ser ejecutado. Estaba acusado de traición al Islam, por sus negociaciones con los cristianos leoneses. El aceptó su destino, pero pidió sufrir la pena capital después de sus vástagos, para que el sufrimiento de verlos morir le sirviera de mérito ante Dios. Y ahí se acabaron los aftasíes y comenzó el dominio de los magrebíes. Corría el año 1094. Pero las gentes de Batalyús nunca parecen haber aceptado gustosos el dominio de aquellos africanos. Unos cincuenta años después se los quitaron de encima con tanta violencia como ellos mismos habían empleado aquí. Todo para ponerse en manos de otra dinastía, también magrebí: los almohades.
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