jueves, 28 de noviembre de 2013

ZIRYAB

Fernando Valdés (arqueólogo) 18/11/2013 - Periódico Extremadura

 
Foto de ZIRYAB en los archivos árabes ( BATALIUS )
 
Ya saben ustedes que la escuela de música que se creó en al-Andalus resulta uno de los capítulos más gloriosos de la árabe y de la universal.
 
Ya los primeros príncipes omeyas habían traído a nuestra península los sones de sus antepasados y, muy especialmente, los de la llamada Escuela de Medina, que era, por aquel entonces, lo más clásico y sagrado del Islam. Pero sería a comienzos del siglo IX, reinando Abd al-Rahman II, cuando un músico iraquí, salido con cierta prisa de Bagdad, llegó a Córdoba, fundó una academia de música y danza, se convirtió en amigo del emir y en un auténtico árbitro de la elegancia de la capital del Islam occidental.
 
El fulano en cuestión se llamaba Ziryab, que es un mote alusivo a una especie de mirlo -negro y buen cantor-, porque, al parecer, era muy moreno.
 
Ziryab hizo mucho por la música de los omeyas andalusíes. Añadió un quinto par de cuerdas a uno de los laúdes que se tañían aquí, el precedente de la guitarra española, y trasladó a este lado del Mediterráneo las refinadas composiciones de la antigua corte iraní de los sasánidas y de sus sucesores artísticos, que no ideológicos, los abbasíes. Toda la música árabe occidental posterior procede de Ziryab y de su academia cordobesa y, todavía hoy, es la que se considera clásica en el Magreb -Túnez, Argelia y Marruecos-. Batalyús estaba por fundar.
 
La cosa del Milenio sería un buen momento para que actuase en Badajoz algún buen conjunto de 'andalusiyat' o músicas andalusíes a la que era tan aficionado uno de los monarcas locales. Hablo de un conjunto marroquí, no español disfrazado, ni de fantasías imposibles de fusión.
 
Pues bien, llegados a este punto, no entiendo qué relación tienen Porrina de Badajoz y Ziryab.
El primero era moreno, pero no tanto; ambos eran muy elegantes, pero de otro modo.
 
Ni, tampoco, el gran cantaor con los reyes de Taifas. Vamos, que no comprendo por qué sonó la música del genial gitano en la conmemoración -arbitraria- de un reino beréber vestido de árabe. Seguro que en el Ayuntamiento, en su sabiduría, podrían responder, si quisieran. Porque, no puedo creerme que tan solemne momento en plena Plaza Alta fuera una chapuza. Eso en Mérida no pasa.

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