Ciudad de Fez ( Marruecos )
Resulta curioso que uno de los tópicos más arraigados sobre los árabes y su cultura sea el del plano complicado y laberíntico de sus ciudades. Se suele contraponer el geométrico orden romano con el islámico hasta, en ocasiones, para demostrar la supuesta superioridad de una cultura sobre la otra. Pues bien, aunque pueda extrañar a alguien, hay que afirmar rotundamente que las ciudades árabes son todo menos caóticas. Se rigen por una lógica muy rigurosa y se atienen a principios muy medidos: defensa del viario público y, a ultranza, de la intimidad familiar y prioridad para el cumplimiento de los preceptos religiosos. Por estos motivos, los servicios públicos se organizan de fuera a dentro. Se deja, hablando de los cascos urbanos clásicos, lo público profano junto a las grandes arterias y en el anillo externo; próximo a la cara interior de la muralla. Y, a partir de ahí, conforme se avanza hacia el centro, se colocan los edificios religiosos y crece el número de los espacios privados, cuyas puertas evitan en lo posible, aunque la ostentación juegue en ocasiones su papel, el viario principal, disimulándose en pequeños adarbes o callejones, por lo general sin salida.
Se ha tendido a contemplar los cascos históricos árabes con un ojo colonialista, como si su modo de evolucionar y llegar hacia nosotros hubiera sido intemporal y no sujeto a procesos de crecimiento o deflación demográfica. Una misma ciudad pudo adoptar históricamente perfiles muy distintos. O sea, el espacio intramuros, nunca urbanizado del todo en el momento de una fundación, a veces se colmataba y exigía ampliaciones, pero, otras, se vaciaba de población. Cuando los árabes fundaron en terreno yermo sus ciudades fueron muy regulares. Ahí estaban, para demostrarlo la Bagdad del califa al-Mansur –circular- y la Madinat al-Zahra de Abd al-Rahman III –rectangular-. Todo esto lo menciono a propósito de Batalyús, esa ciudad celebrada y desconocida. ¿Cómo era: regular o irregular? ¿Mantuvo siempre el mismo plano o varió en función de la Historia? ¿Era muy grande?, ¿se parecía a alguna de las ciudades clásicas del Islam, acaso a Qurtuba o a Fas? A ver qué son capaces de sacar de los trabajos en la urbanización burlesca de El Campillo.
Me referí ya al plano de las ciudades islámicas, sobre todo de las occidentales. Siempre se toma el ejemplo de Fez para justificar su aparente desorden urbano y eso requiere matizaciones. No se puede comparar de modo automático cualquier trama urbana peninsular con la de la ciudad marroquí para justificar su arabismo, porque las condiciones geográficas, físicas y hasta políticas eran radicalmente distintas. No niego que el caso “Batalyús” tiene mucho que ver en su esquema y, en parte, en su relieve, con Fez, que, además, se fundó con poca distancia temporal. En ambos casos el terreno es accidentado, aunque más escabroso en la magrebí que en la andalusí. Sin embargo, el resultado final parece radicalmente distinto. Fez sigue siendo islámica en su estructura y Badajoz es ya una ciudad cristiana. La pregunta es si hay rasgos comunes entre el casco de una y el primitivo de la otra. Y hay varias. Uno de esos parecidos es que la medina y la alcazaba quizás tuvieran una muralla común en algún momento – en Batalyús está por demostrar -, pero, lo que sí es seguro es la presencia de una explanada, de límites imprecisos, entre ambas zonas de la ciudad. Eso pasó en la Fez de la primera época, pero también entre la nueva ciudad palatina de los Meriníes –XIII-XIV-, llamada Fez la Nueva, y la parte antigua, Fez la Vieja. Algo semejante puede verseen Mekinez –Meknes- (Marruecos), aunque sea del siglo XVIII, y, por cierto, en Tulaytula/Toledo, donde la famosa plaza de Zocodover es un resto fósil de ese vacío constructivo intermedio. Batalyús también lo tuvo y algún vestigio se detecta en el trazado actual.
Ciudad de Mekinez –Meknes- (Marruecos)
Por ese motivo la actuación urbanística que quiere hacerse en El Campillo no sólo no es seria en términos arqueológicos, también puede ser muy dañina. Un vacío de restos arqueológicos no es indicativo de nada, acaso de casualidad. Si no se acomete una campaña extensiva, no sondeos de máquina controlados, se van a destrozar, por exclusión, muchos testimonios urbanísticos. Y se va a acabar con el parcelario histórico, sin justificación alguna, en beneficio de una muy cuestionable operación, profundamente atentatoria contra el Patrimonio. Y antidemocrática, porque impide el derecho de todos a hacer preservar la memoria histórica. A pesar de las formas, vencer no es convencer. Convendrá recordar los nombres.
El casco urbano de Fez (Marruecos), considerado como modelo para analizar las ciudades islámicas medievales de Occidente posee una gran lógica interna, a pesar de su aparente anarquía, si tenemos en cuenta que se extiende, en razón de la captación y evacuación de aguas, sobre dos laderas, entre las cuales corre un río. Como en Batalyús el caserío se hallaba en cuesta. Aquí, hacia el Wadi Ana, mucho más ancho y caudaloso que el de la urbe magrebí. Y, además, como todas las escorrentías conducen a un cauce, en ambos casos, el trazado de las calles principales hubo de ahormarse a esa orientación. Algunas de las del casco urbano actual de Badajoz deben mantener, por eso, un trazado muy cercano, si no idéntico, a las primitivas árabes. En Fez, a las dos principales se las conoce como Cuesta Grande y Cuesta Chica. Y en el centro del caserío, apartada de la muralla exterior y accesible desde todos los puntos, se levantaba la mezquita mayor, donde hoy la iglesia de San Agustín. Y -¡qué coincidencia!- el muro más largo del templo se levanta mirando a La Meca, como en la gran aljama de Qurtuba. No hacia el Sur, como se ha insistido hasta el aburrimiento, sino con un desvío de unos 20º hacia Oriente. Seguramente el “mihrab” batalyusí – nicho que señala en las mezquitas a la ciudad sagrada del islam- se debía notar al exterior y, como siempre en Fez, estar colocado de forma perpendicular -90º- a la calle paralela meridional más cercana: hoy José Lanot.
O sea, ni Fez es tan desordenada, ni Batalyús tan distinta a otras ciudades árabes. En los dos casos el viario mira al río. Y, si nos guiamos por los datos arqueológicos, que trabajosamente vamos obteniendo a pesar de nuestras autoridades y malamente publicando gracias a su mezquindad, la población que antecedió a Badajoz poseía una planta bastante más que regular. Con las calles longitudinales mirando al río y a sus vados y con las puertas principales orientadas al Norte y al Sudeste, aunque hubiera otras. Una explanada –Campillo arriba, Campillo abajo- separaba la alcazaba de la medina, la zona administrativa y militar del caserío habitado. Podemos hablar de un urbanismo ordenado y poco tortuoso, al menos en principio. La expansión hacia el Este, primero, y hacia el Oeste, después, son posteriores en mucho a la fundación de en torno a 880.