Por el profesor Fernando Valdés, Departamento de prehistoria y arqueología - facultad de Filosofia y Letras de la Universidad Autónomo de Madrid
No resulta un secreto para nadie que los árabes conquistaron la Península Ibérica –ni España, ni Portugal existían entonces–, pero los historiadores nacionalistas de fines del siglo XIX y de principios del XX se empeñaron en demostrar, lo que con los documentos en la mano era imposible, que los árabes llegados a este territorio eran muy pocos y que la mayoría de las tropas eran beréberes. O sea, moros. Para explicar cómo un contingente tan aparentemente exiguo había conseguido aquella hazaña y llevado a cabo los logros culturales conocidos de todos –mezquita de Córdoba, Alhambra de Granada, etc.- hubo que recurrir a los autóctonos. Se convirtieron al Islam en masa y, en consecuencia, eran la mayor parte de la población. Vaya, que los árabes eran una minoría entre una mayoría de indígenas. Nadie se extrañará que, como consecuencia lógica, los éxitos de aquéllos no se les debieran en realidad a ellos, salvajes e incultos beduinos, sino a la población local, cristiana, de origen romano y lengua latina. Es más, en al-Andalus se hablaba árabe, según esa escuela de sabios, sólo en los actos oficialesinicial.Todo el mundo se expresaba en privado en latín, incluso los emires y califas de Córdoba, porque sus madres eran “españolas”. Esta teoría sigue viva en muchos sectores, cada vez menos académicos, por extraño que parezca.
¿Y Badajoz? Pues el relato es paralelo. Badajoz se fundó después de un largo proceso político, no religioso, que no es del caso. Se trataba de un enfrentamiento entre la antigua aristocracia romana, islamizada pronto y con entusiasmo, y la dinastía omeya de Córdoba. El artífice fue Abd al-Rahman b. Marwan, que nació y murió musulmán. Era ya la tercera generación musulmana de su familia.
Para los “revisionistas” está claro que el rasgo más acentuado del personaje es que era indígena, no que fuera musulmán. Y rebelde hacia los omeyas, como correspondería a un hispano de pura cepa, aunque fuera “renegado”. Y fundó Badajoz, pero no del todo. Para demostrarlo se cita una crónica árabe que nadie conoce, pero interesa para señalar la existencia aquí, ya en ese momento (875), de una aldea o de sus ruinas. Ojo al parche: los árabes no fundaron Badajoz, lo hizo un indígena. Renegado, pero de aquí. Y, además, rebelde. De ahí a suponer la presencia de una basílica más antigua en la alcazaba sólo media la interpretación simplista de cualquier resto romano. Cuanto mayor mejor. Ya lo contaré.
¿Y Badajoz? Pues el relato es paralelo. Badajoz se fundó después de un largo proceso político, no religioso, que no es del caso. Se trataba de un enfrentamiento entre la antigua aristocracia romana, islamizada pronto y con entusiasmo, y la dinastía omeya de Córdoba. El artífice fue Abd al-Rahman b. Marwan, que nació y murió musulmán. Era ya la tercera generación musulmana de su familia.
Para los “revisionistas” está claro que el rasgo más acentuado del personaje es que era indígena, no que fuera musulmán. Y rebelde hacia los omeyas, como correspondería a un hispano de pura cepa, aunque fuera “renegado”. Y fundó Badajoz, pero no del todo. Para demostrarlo se cita una crónica árabe que nadie conoce, pero interesa para señalar la existencia aquí, ya en ese momento (875), de una aldea o de sus ruinas. Ojo al parche: los árabes no fundaron Badajoz, lo hizo un indígena. Renegado, pero de aquí. Y, además, rebelde. De ahí a suponer la presencia de una basílica más antigua en la alcazaba sólo media la interpretación simplista de cualquier resto romano. Cuanto mayor mejor. Ya lo contaré.